El increíble niño caca

Casi siempre, en los cumpleaños, me vuelvo más melancólico de lo habitual. Ando por ahí todo enano y todo marico, pensando en que ahora soy más viejo y más mocho. Me acuerdo que de niño creía con mucha ilusión que de grande podría ser lo que sea. Y de poder ser lo que sea a convertirme en cualquier vaina hubo un solo paso.

Intentado evitar el emismo propio de mi santo, decido salir a la calle con una amiga y su gente. La idea es un poco ampliar el círculo social, ya que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que empecé a forjar una amistad. "Lo más importante en un rodaje y en la vida son las relaciones interpersonales" dijo el gran muro Piña, en su debido momento.

Me encontré con mi amiga. Se mensajeaba con su amigote. Me dice que Malcolm le dijo que quería bañarse. Asiento tranquilamente, mientras proceso esa información irrelevante.  Ella escribe de forma compulsiva y entonces yo me activo y también saco mi smartphone prestado y lo empiezo a jurungar. Luego recuerdo que soy un tacaño caradetabla que no tiene plan de datos. Veo a  mi smartphone equivalente a un nokia ladrillo, y luego comprendo que es incluso más chimbo, porque no tiene a Gulper (el mejor juego de culebrita que alguna vez haya sido programado en un celular piedra). Pero igual hay que meter el paro, y sigo apretando los botones sin hacer nada concreto.

De pronto me muestra su chat, y veo un montón de emoticones del mojoncito feliz. Todos destinados al panita Malcolm. Recuerdo cómo me trataba con mis amigos de colegio, donde toda insulto era aceptado y devuelto sin el menor resentimiento. Me acuerdo también cuando seguí con esa modalidad en la universidad y algunos panas evidentemente se ofendían cuando los llamaba mojón sin ningún por qué. 

.- ¿Por qué le mandas tantos mojones? ¿Todo bien?
.- Ah, es que a él en el colegio le decían niño caca. 

Se paró el tiempo. La vaina se descontroló. 

Flashback intenso 20 años atrás. 
Ildefonso Itriago, el popular nacho de la gente, diciéndome chino. Un ginger alto y sin alma. Su prematura pinta de punketo era un claro indicador de su conducta bully. Pero mi pelo también me definía a mí, y mi uniforme totuma honguito de Atahualpa evidenciaba mi fiereza serrana y ancestral.

Peleamos y le mordí el cuello y entonces algunos niños infelices creyeron genuinamente que sabía kung fu.

.- ¿Tú eres loca Ramón?
.- ¿Qué?
.- ¿ Cómo se les ocurre llamar a una criatura así?
.- Es que la leyenda dice que no se bañaba.
.- Igual...
.- Ah sí y a veces tenía así Carcasa en la piel
.- ¿Como así?
.- Sí, sabes asi suciedad acumulada.
.- ¿Como el carajito hediondo de Snoopy, que tiene mosquitas volàndole alrededor?
.- Sí algo así.
.- Ajá pero no se molestaba o algo
.- No, el se reìa, cuando le decìan: habla niño caca, el se reía y vacilaba y decía: sí ese mismo soy, niño caca presente.

Yo no lo podía creer. Había escuchado antes sobrenombres ocurrentes y ofensivos: Boca e perro, Vacardo, Suavecito. Y también estaba Bernardo, que no necesitaba sobrenombre porque cumplía años diariamente para llevar una pela apenas sonaba el timbre del recreo. Hasta gente tan neutral como Luci se unía a la tangana para patear al gordo maldito Bernardo, solo por el hecho de estar ahí, ocupando espacio y siendo becerro.

Pero niño caca era otra cosa, Me daba mucha risa y làstima al mismo tiempo. Teniendo en cuenta la profundidad del trauma que un sobrenombre causó en mi persona, no me imaginaba como sería un ser referido literalmente como una pedazo de mierda en su más tierna infancia. 
Fuimos por fin a la casa de niño caca. Me lo presenta mi amiga y no puedo evitar ver su cuello sucio, más negro que el resto de su piel.

Niño caca se mantenía fiel a sí mismo.

Nos pusimos a hablar y resulta que Malcom es 5k en Dota (mucho màs del doble de bueno que yo) y tanto él como mi amiga aseguran que es un mañoso "bandido", siendo esto un pimp absoluto con las mujeres. 

Ya en la calle le dice piropos rancios a cada mujer que pasa. 

.- ¿Alguna vez te ha funcionado?
.- Si tu supieras cuñao.

Me relata que a punta de ver tutoriales en youtube (como robarle besos a las desconocidas en la calle) ha soltado su labia. Mi amiga confirma que donde pone el ojo pone la bala. 

Y bueno, entonces heme aquí, a punto de cumplir 27 años, la edad del rock y descontrol, recibiendo clases particulares de un gordito mierdero, experto en dos temas que ocupan un espacio considerable de mi pensamiento cotidiano : Juego y mujeres.

La ocasión melancólica cumpleañera me ataca al compararme despiadamente con Malcom en tales aspectos. Me daba pena niño caca y resulté ser su hijo. Respiro profundo y saco pecho en un afán de sacurdirme el maricoteo. Intento posponer el autosaboteo para el siguiente cumpleaños.

Al final, le doy la vuelta y concluyo que si hubo esperanza para el niño caca, tiene que haber esperanza para todos. Es menester seguir su ejemplo.

Mantenerme fiel a mí mismo, 



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