Víctor

Vi al gordito con unos dvd´s.

Afuera llovía, había cola, vendían papita rellena, pinchos, mango super roñoso, de ese que le echan vinagre y sal que siempre he querido probar pero no me he atrevido. Dentro sonaba Pipe Bueno y yo miraba por la ventana con expresión profunda, viendo resbalar las gotas en el cristal mientras fingía que era el protagonista despechado de la canción de Pipe.

Luego del predecible frenazo en una parada muy frecuentada, la jauría furiosa se apiñó atropelladamente en la puerta; una vieja, la misma que se me quedó viendo con mala cara, esperando que le cediera el puesto (pero se jodió, estaba muy cansado), se quejó del vuelto y de Chávez y bajó, la siguió una multitud de personas anodinas, y subieron solo unos pocos en comparación a los que habían bajado. El gordito entró torpemente a la buseta, tambaleándose mientras daba las buenas noches y nadie le respondía, y vino y se sentó en un asiento diagonal a mí.

Si tuviera que definirlo con un y solo un adjetivo sería "tranquilo". Pero la verdad no bastaría, pues también lo encontré guebón, sometido, indefenso, vulnerable, virgen, solitario, sometido, bobo, gallo... La vaina es que me cayó bien.

Quizás me recordó a un antiguo amigo del colegio que reunía en cierta medida todas estas características, quizás vi que en el fondo yo era o sigo siendo así, quizás envidié lo ajeno que se veía a toda la loquetera en derredor, quizás admiré la valentía con que asumía su gran aura de perdedor, o quizás sencillamente era un tipo ahí y ya pues, solo que uno piensa muchas guebonadas.

El muchacho tendría unos 17 años, era gordito y moreno, tenía una especie de afro mal hecho, cargaba un short negro de deporte, una franela naranja con un estampado de Ben 10 y como 6 dvd´s originales de Astro Boy. Me le quede mirando por un buen rato intentando descifrarlo. Lo miré por tanto tiempo que inclusive dudé de mi propia sexualidad. Para cuando decidí que no era marico, el gordito estaba seguro de lo contrario, pues se pegó a la ventana visiblemente incómodo, bloqueando así mi línea de mirada.

¡Mierda, necesito un plan!, me dije, pues en verdad quería hablarle. Reitero que desde un principio me cayo bien, tenía la certeza absoluta de que era buena persona y que podía decirme o enseñarme un par de cosas interesantes. Y entonces se me ocurrió una idea brillante. Como en Venezuela ser achinado es equivalente a ser experto en todos los aspectos de la cultura oriental, sabía que no podía fallar.

- Es tremenda.
- ¿Perdón?
- Astroboy, tremendo animé.
- Ah sí.

Silencio incómodo. Obviamente mis conocimientos especializados de Otaku lo sobrecogieron. No estaba a la altura para hablar de animé, ni de manga, ni de sushi, ni de samurais o nada semejante conmigo. Sin embargo su tono de voz era débil, de buena gente, de tipo que nunca jode a nadie y el gordito me cayó mejor.

Va a llegar lejos, es un tipazo, pensé. Lástima que piensa que soy un otaku marico, pero bueno normal, tampoco mi idea era ser su bff. Pero cerquita de la parada final, se volvió hacia mi.

- La estoy vendiendo.
- ¿Cuánto?
- 150.
- Coño están baratas.
- Sí, es que necesito la plata.
- Capaz te las compró para un sobrinito. Dame tu número.

Y tengo a Víctor Astroboy en mis contactos. No sé si le escriba, y definitivamente no le voy a comprar nada.

Pero lo tengo.

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