Partido

El punto de partida era la casa de Diego. En el transcurso de la mañana me di cuenta que el estadio estaba en realidad más cerca de mi casa. Entoces me dije ¿todo bien? y me acordé del abuelo del demonio de Turmero. Siempre solía aconsejar a su nieto, sabiendo que su patosa personalidad no le iba a jugar a favor en la vida.

- Pide menos perdón y exige más respeto.

Y entonces le dije a Diego:

- no hijo, eso no es así, nos vemos en el estadio o en mi casa ¿tú eres loco?

 El gran Diego , con su hablar pausado y bonachón me retrucó con elegancia:

-Tranquilo papu, tengo el carro, te busco y ya.

Muy puntual , me recogió y nos fuimos a su casa. El plan era agarrar un taxi hasta el punto de encuentro con su amigote, quien era primo de Rápido y Furioso.

Como era el mejor sobrenombre que he escuchado en mi vida, le tuve que preguntar a Diego que quien era Rápido y Furioso. Me dijo cálmate hijo, ya lo vas a conocer. Bajamos del taxi y nos encontramos con su amigo Raúl en un cruce muy transitado. Iniciamos la caminata gigante. Como 20 minutos o media hora fácil, caminando ahí como unos maricos con las franelas del Cristal. A mí la mía me la regaló Diego, diciendo con solemnidad mientras me la alcanzaba: ponte tu segunda piel pues, papu.

Durante la caminata, ellos hablaban de lucipideces ahí relacionadas con la inscripción a sus materias en la universidad. Yo me estaba cansando ya de caminar. Y me acordé que la última vez que fui a un estadio lleno para un clàsico, mataron a un muchacho llamado Walter Oyarce. Ese hecho me quitó las ganas de ir a un partido por bastante tiempo. Otro factor es que no sigo semana a semana el fútbol peruano, y no me interesa mucho a decir verdad.

Pero cuando Diego me invitó a ir a popular a un partido de Libertadores, lo sopesé contra otra tarde rutinaria perdiendo el tiempo perdiendo en fifa. Y bueno, era contra el Santos de Pelé y Neymar y pensé que quizás presenciaría la consagración de un ze peqheno anónimo hasta la fecha.

Llegamos casi dos horas antes del pitazo inicial. Personal autorizado vendía refrescos, sanguchito de pollo, y choripones con sobreprecio. Y cotufas y manicito y todas las vainas clásicowsky de un estadio. Seguí a los muchachos junto al centro de la mitad del medio de la tribuna popular. No había mucha gente. Los ojos Diego y su amigo recorrían incesantes la tribuna en busca de avistar a Rápido y Furioso. Me explicaron que en la tribuna sur del estadio hay un montón de infelices consentidos por la directiva del club y que les regalan las entradas. Pero el extremo verdadero no se vende por entradas, exclamaron en uno de sus cánticos.

-Me llega al pincho toda esa gente de allá.- Dijo el amigo de Diego
-Toda esa gente en oriente, occidente, hasta acá en popular. Gente que se pone a un ladito a ver el partido sentados. ¿Para que chucha vienen?

Asentí levemente expresando ah ok. Yo quería ver mi jueguito tranquilo, ligar la consagración de ze peqheno o un golazo de tiro libre de Lobatón, que viene a ser como el PPP.

Pirlo Piedra Peruano.

Y de pronto, toda la barra comenzo a moverse hacia la derecha. Escuché gritos eufóricos. ¡Llego el pelado! ¡Con todo la chucha madre! ¡Empezó empezó! ¡Al horno carajoooooo! Diego y su amigo comenzaron a seguir a la multitud y yo iba tras ellos. Se formo un conglomerado alrededor de una salida, dentro de la cual había un espacio cerrado lleno de gente.

El piso temblaba con los saltos sincronizados de la multitud. Mis compañeros se apretujan y entran al horno. Yo vacilo, sobretodo al ver dentro del horno docenas y docenas de torsos desnudos y sudados y apretados. Los andrógenos se potenciaban a borbotones en esa turba, que gritaba y arengaba y calentaba para el partido que estaba a punto de comenzar. Víctima de la euforia momentánea, los seguí dentro del horno y salté y fingía que cantaba y empujé como todos los demás.

 Al fondo de la sala, encima de un muro elevado, ocupando un sitial de honor del horno, estaba Rápido y Furioso.

Calvo, yuca, tatuado, cara de crimen y paralítico. Rápido y Furioso dirigía los cánticos y metía un lepe a quien le pasara por enfrente, en una especie de tradición barrística milenaria. Diego y su amigo se acercaron a él para ser lepeados, como todos los fines de semana. Por un momento quise hacer el ritual iniciático. Tendría que haber atravesado todo el horno, abriéndome paso a la fuerza entre ese poco de locos, agobiado por el sudor, el tufo y los empujones. No eran tantas las ganas de que me lepeara un paralítico con prontuario.

Salí jadeante del horno, sintiéndome más gediondo que un corral de libaneses.

Me devolví a paso lento y cansino a mi sitio, mientras que centenares de barristas arrebatados pasaban corriendo y gritando a mi costado. Diego y su amigo me alcanzaron, y juntos nos dirigimos a nuestro lugar. Los equipos saltaban a la cancha y un estadio celeste y casi lleno aupaba al unísono y le mentaba la madre a un tal Benavides.

Cuando Diego me invitó a ir a popular, realmente pensé que nos íbamos a pegar a oriente u occidente, lo más pelabola posible, y ver en ángulo el partidito desde cerca, tranquilos comiendo sandguchito de pollo. En lugar de eso, estabamos en el meollo del asunto, pocos metros debajo del gran Rápido y Furioso que volaba por las gradas a gran velocidad, coordinando y carajeando a la tribuna.

Los jugadores se alinearon y yo espere algo equivalente al himno de la champions que veo por televisión. O el himno peruano. O algo. Pero bueno no sonó nada por los parlantes y fue un poco decepcionante para mí. Un rugido atronador acompañó al pitazo inicial, y Rápido y Furioso maniobró su silla de ruedas con una sola mano, mientras que con la otra agitaba su camiseta y gritaba a todo pulmón POLOOOS POLOOOOOS.

Me acordé de Yorzilla. También me acordé de Musculoso, y riendo me saqué la franela y le daba vueltas pero en vez de gritar consignas que no sabía, imité al personaje animado y gritaba ruiditos y wooooooooooooooooooooooo. Fue una gran descarga sin duda.

Resultaba difícil ver el juego. Siempre saltando y cambiando de manos para mover la franela. Y siempre cantando y gritando. Y entonces Rápido y Furioso notaba un bajón en la intensidad y subía con brío y luego se dejaba caer con fuerza sobre los barristas de arriba, generando una reacción en cadena de empujones y desmadres que terminaba con por lo menos uno en el piso, rodando entre la mugre, las colillas, la saliva y el sudor. Yo no entendía de donde ese ser sacaba tanta fuerza y energía para sortear las gradas. Lo miraba embelesado, esperando que se cayera y rodara como en el acorazado Potemkin, pero eso nunca pasó.

Por lo poco que ví, en 2 corners, el buen PPP casí mete sendos goles olímpicos. Al poco tiempo cobra un tiro libre con un centro magitral, el arquero sale a cazar mariposas, y un uruguayo maestro, referencia del equipo, cara de vieja, Cazulo el tronco le llaman, mete un cabezazo sucio que igual termina dentro de la red. Algarabía y júbilo transformados en un pogo. Temí rodar como un becerrito, pero mantuve la compostura y el equilibrio. Por mi zona se calmó un poco la hecatombe. Veo que todo el mundo en las tribunas voltea y hago la del borreguito influenciable y volteo también.

Rápido y Furioso está encima de la barra, como si fuera un rock star que se aventó del escenario. Lo bajan con vehemencia y a gran velocidad. Con voz carrasposa da unos alaridos que se imponen al murmullo general.

.-BENAAAAAAAAVIIIIIIIIDEEEEEEEEEEEES LA CONCHA DE TU MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAADRE, EL EXTREMO VERDADEEEEEEEEEEEEEEEEERO NO SE VENDE POR ENTRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAADAS.

Recorre como 7 metros y los barristas de abajo lo acomodan en su corcel de metal, que lo estaba esperando. Apenas llega da un par de brazadas y vuelve a subir. No vi cuando, ni como, ni por que pero derepente lo ví con un balde rojo. Lo perdí de vista. Al poco tiempo el balde voló a pocos centímetros de mí y aterrizó en la cabeza de un muchacho. Rápido y Furioso, al parecer, acostumbraba a darle un estatequieto a sus subordinados para que sean serios.

Vino el primer tiempo y yo dije no bros. Ya basta. Le avisé a Diego que iba a ver el resto del partido tranquilo sentadito, pegado a Oriente, y que nos vemos en la columna 8 al finalizar el partido. Busqué sitio y me acomodé junto a un viejo con sus hijos o nietos. Ya no veía a mi primo, pero si a Rápido y Furioso, dando vueltas y gorileando como los grandes. Me decepcionó el Santos, nisiquiera mostró un prospecto de Ze peqheno. Pero si hubo un pase pes con triangulo y L1 al final. Y Gol y empate de Santos.

Y el extremo celeste enmudeció.

Pero no por mucho tiempo, no bajo la guardia de Rápido y Furioso. Y me pregunté como habrá quedado paralítico. Y si en verdad fue preso o soy yo que soy un prejuicioso desdeñable. Y qué hacía eel resto de su vida, cuando ya no hay partido.

Y al ver como embestía nuevamente sin piedad contra la barra, como arengaba sin parar y como volaba por los aires, llevándose a todos por delante, pensé que a él nadie le tuvo que aconsejar que pidiera menos perdón y exigiera más repeto.

 Partido

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