FLAMINGO 7049 - Parte 2

Pues sí, ahí estaba, tumbado en el mullido asiento y muerto de frío. Había estado arropándome continuamente pero entonces me daba calor. Intenté lograr un equilibrio zen con el suéter y la mantita para regular mi temperatura corporal, pero después de quince minutos de sucesivos fracasos, desistí y opté por aguantar el frío. Soy un macho, después de todo.

Mi fiel mp3 (nunca me gustaron los ipod, son súper homo) alternaba varios ritmos, desde La Vida Boheme hasta Los Adolescentes, pero al cabo de una media hora, la batería sucumbió. Los demás pasajeros habían apaciguado sus murmullos iniciales, y víctimas de la más pura impotencia se entregaron a un sueño pesado resignadamente. El hombrecito fluorescente me indicaba que un montón de ellos había ido al baño, pero yo (testarudamente) aguantaba, a pesar de haber terminado mi agua hace tiempo y tener la vejiga llena, llenísima. Cuando cumplimos la hora inertes, no pude resistir más y corrí con toda mi alma para mear.

El baño estaba sucio. Sucio no, gediondo. Pero gediondo en serio, tenía orine por todas partes y manchas marrones en la poceta. Una regla conocida por todos es no cagar en el bus, pero todos se cagan en la regla. Apurado pero de mala gana (yo meo en las paradas, no en los buses) saco a Palito Ortega y empiezo la faena.

Saben cuándo uno alcanza ese punto donde cada fibra del ser es relajación, es alivio, es paz? Ése momento cuándo nos fusionamos armónicamente con el planeta de forma perfecta?

Bueno, justo en ese momento el autobús hizo un exabrupto inexplicable. Fue como si el chofer se hubiera olvidado de manejar y arrancó en segunda, provocando un sacudón tremendo. Nunca sabré qué pasó, pero el punto es que literalmente me fui de jeta contra la poceta. Si todavía tuviera el pelo largo, éste se habría llenado de pipí y pupú. Me resbalé sobre el piso orinado y frené con brazos y manos. Pueden imaginar como quedé; y les añado que en cuanto a fluidos corporales se refiere, soy bastante mariquito.

Volví a trompicones a mi asiento, cuidando de no tocar nada para no mearlo. Me acomodé con los brazos en el aire, emulando a un T-Rex mojado. Habré estado como tres cuartos de hora en esa ridícula posición hasta que por fin, POR FIN COÑO, llegamos a la parada.

Desembarqué primero y fui volando al baño. Me lavé como 5 minutos vale, que asco. Una vez limpio, caí en cuenta que se me había calmado el malestar y tenía un hambre atroz. Veo un letrero inmenso: EL RINCÓN DE SABANETA y me acordé de Hugo y me dio risa. Me sentí llanero y patriota y decidí comerme una arepa y tomarme una malta. Era consciente del robo, 25 bs, pero no me importaba, iba a comer arepa y ya. Tenía el recuerdo reciente del cocosete vencido y quise ir por lo sano: jamón y queso. Sin embargo, una vez en la cola, veo que mucha gente esta pidiendo la de salchicha y una salsa blanca que parece mayonesa. Normalmente no le habría prestado atención, pero era una vaina extravagante, 7 de 10 pedían esa arepa. Era una señal, obvio. El destino me hablaba, y me decía claramente que TENÍA que comprar esa arepa. Esa era LA arepa.

A mitad de arepa me arrepiento; no era la gran vaina y la salsa iba a empeorar mi acné. Pero el daño estaba hecho y me la termino estoicamente.

BAAAAAAAAAAAN BAAAAAAAAAAAAAAAAAN (onomatopeya del bus llamándonos).


PARTE 3

Comentarios

Entradas populares