Bróder.
Este artículo, para variar, no es sobre mí. Es sobre un muchacho por el que realmente vale la pena escribir. Estoy hablando de Jesús, por supuesto.
El Jesús siempre estuvo allí. Cuando somos niñitines y vivimos en un edificio, todos (al menos los chéveres) tenemos una pandillita. Nosotros éramos varios (obvio que sin chamas): Diego, Alejandro, Jean Francoise (Janfransuá), Carlos Armando, Jesús, Rubén y chiripita (yo). Jesús era el outsider, vivía dos edificios más abajo pero sin lugar a dudas, era el líder del grupo. Es que desde carajito era el más activo, el más fuerte, el que tenía noviecitas, el más independiente, el más buena gente, el más jodedor, el más en todo. Rápidamente se convirtió en mi ídolo y modelo a seguir.
Una vez, en carnaval, la abuela de Janfransuá compró como un millón de bombitas de agua para todos. Pasamos casi toda la tarde llenándolas y cuando teníamos un arsenal inmenso, bajamos al parquecito para iniciar la batalla épica. Lo lógico era hacer dos grandes grupos de valerosos guerreros para enfrentarnos noblemente en batalla, pero todos saben que los niños no piensan así. El complot se formó enseguida y en 10 segundos de movimientos sigilosos, Jeanfransuá (el gordito, el mariquito, el francesito) estaba totalmente rodeado. Mientras el gordo se iba a su casa llorando y empapado, la culpa había desplazado totalmente la carcajada colectiva inicial, y fue Jesús quién lo siguió y se excusó en nombre de todos, convenciéndolo al fin de empezar la verdadera guerra. Para compensarlo, Jesús se puso en su equipo, y obviamente resultaron triunfadores.
Luego crecimos un poco, entramos en bachillerato (Jesús era dos años mayor que yo) y vino la época del Fonseca.
El Fonseca es sencillamente el edificio del frente, que tenía otras pandillitas y, lo más importante, jevitas. La edad, las hormonas, ustedes saben. Y bueno adivinen qué???? Jesús se enamoró. El men habrá tenido unos 15, 16 años y hace rato que no era virgen, pero lo de aquella chamita no era un queso común y corriente, era verdadero amor. La cosa es que la niña en cuestión tendría 12 o 13 y era hija del conde del guácharo. Esto último no afecta la historia en lo más mínimo, pero me pareció un dato interesante. Entonces era todos los días en el Fonseca, jugando la olla en voleyball, quemado, pelotica de goma, futbolito, aprendiendo a meter mano, después al cyber a jugar counter o gunbound, lo normal. Y Jesús dale y dale enamorando a la carajita.
Jesús sólo vivía para Ginger y la verdad creo que ella no le supo valorar. Sin embargo uno nunca sabe, capaz pasó algo y todo pero siendo Jesús todo un caballero, nunca nos contó nada ni dijo palabra negativa de ella.
Un buen día, haciendo Jackass, el carajo como que hizo un mortal desde un columpio con intención de tumbar a Alejandro, que estaba despitado en un banquito. Las cosas se salieron de control y se partió la clavícula. Por esos días, cumplí años y me regalaron un XBOX, y fue Jesús, lisiado y todo, mi compañero de batalla mientras pasábamos el first person shooter mas genial jamás creado: Halo. Nunca olvidaré la plomamentazón contra los alliens más grandes y trimarditos (que según el manual se llamaban HUNTERS) y cómo Jesús se entusiasmaba y se ponía nervioso y me advertía del inminente rayo de plasma extraterrestre: MARICO EL GUASACACÓN, MOSCA MOSCA, MARICO EL RAYO, MARICO EL OTRO GUASACACÓN, GRANADA, GRANADA , MARICOOOO.
Así era Jesús, original y elocuente a más no poder, se enorgullecía cómicamente de sus zapatos "CHEVERE" (unos converse piratas bien mamarrachos pero según él comodísimos) y llamaba a "Guasacacón" a los Hunters y "Vergo Azul" a los Elite.
Entonces crecimos y básicamente tomamos rumbos separados, pero de algún modo seguíamos unidos por nuestra amistad infantil. Una vez estaba esperando el carrito para ir desde mi colegio a mi casa y el bróder me pasa trotando por al lado. Se encontraba empapado en sudor, con sus audífonos y sus shorcitos llámame esta noche. El marico iba hasta el cct y se iba a devolver, directo a hacer barras y flexiones. Aparte de ser bastante papeado, Jesús tenía una fuerza y resistencia sobrenatural, y supongo que en parte por eso también era mi ídolo. Aparte fue él quién me recomendó entrar a capoeira, actividad que me permitió conocer gente fuera de serie.
Y de la nada, pasó.
Ni siquiera recuerdo bien cómo me enteré pero Jesús estaba hospitalizado, en coma. Yo tenía 17 años y sencillamente no lo creí. Fue un accidente de patineta, se golpeó la cabeza y no despertó. Lo fui a visitar a media mañana del día siguiente, jubilándome de física. Al llegar veo a dos muchachas llorando y al padre (igualito a Jesús) sereno. Saludo tímidamente al señor y él me agradece la presencia y me dice que su hijo va a salir pronto de aquí, y yo le creí de todo corazón, para mí eso era un hecho ineludible. Pero entré a verlo y el mundo me cayó encima. Imagínense ver a la mejor persona del mundo totalmente inconsciente. El cuarto azul claro, las sábanas blanquísimas, las enfermeras indiferentes, y todo lo que me rodeaba desapareció de inmediato al verlo allí: fortísimo pero vulnerable, Jesús pero inerte. Le tomé la mano y le dije unas cuantas cosas que la verdad no creo que haya escuchado. Salí pronto, me despedí del padre y en el ascensor me desplomé. Lloré como nunca antes y espero nunca más. Y al poco tiempo nos dejó.
Fue entonces que descubrí que el esternón es el hueso del alma y cuando supe lo que significaba perder un ser querido, casi de mi edad. Jesús se fue con 19 años y no debió haber sido así. Del funeral no quiero profundizar, recuerdo claramente que Manotas (primo de Jesús, e integrante ocasional de nuestro clan) pegó una calcomanía de Oob de DBZ en el ataúd, pues fue el personaje favorito de Jesús y tenían una gran similitud física. El resto ustedes se lo imaginarán: la madre desconsolada, el padre que ya no tenía lágrimas, el hermanito que no entendía por qué su hermano viajó tan repentinamente y que cuándo volvía, una multitud de amigos, la prima que se derrumbó cuando lo bajaron entre flores, y ahí entre todos ellos, llorando con la antigua pandilla y con los familiares, estaba yo. Junto con Rubén tuve el honor de cargar un corto tramo el féretro con mí ídolo.
Arrojé una de las últimas rosas y recé como nuncá antes ni después.
El Jesús siempre estuvo allí. Cuando somos niñitines y vivimos en un edificio, todos (al menos los chéveres) tenemos una pandillita. Nosotros éramos varios (obvio que sin chamas): Diego, Alejandro, Jean Francoise (Janfransuá), Carlos Armando, Jesús, Rubén y chiripita (yo). Jesús era el outsider, vivía dos edificios más abajo pero sin lugar a dudas, era el líder del grupo. Es que desde carajito era el más activo, el más fuerte, el que tenía noviecitas, el más independiente, el más buena gente, el más jodedor, el más en todo. Rápidamente se convirtió en mi ídolo y modelo a seguir.
Una vez, en carnaval, la abuela de Janfransuá compró como un millón de bombitas de agua para todos. Pasamos casi toda la tarde llenándolas y cuando teníamos un arsenal inmenso, bajamos al parquecito para iniciar la batalla épica. Lo lógico era hacer dos grandes grupos de valerosos guerreros para enfrentarnos noblemente en batalla, pero todos saben que los niños no piensan así. El complot se formó enseguida y en 10 segundos de movimientos sigilosos, Jeanfransuá (el gordito, el mariquito, el francesito) estaba totalmente rodeado. Mientras el gordo se iba a su casa llorando y empapado, la culpa había desplazado totalmente la carcajada colectiva inicial, y fue Jesús quién lo siguió y se excusó en nombre de todos, convenciéndolo al fin de empezar la verdadera guerra. Para compensarlo, Jesús se puso en su equipo, y obviamente resultaron triunfadores.
Luego crecimos un poco, entramos en bachillerato (Jesús era dos años mayor que yo) y vino la época del Fonseca.
El Fonseca es sencillamente el edificio del frente, que tenía otras pandillitas y, lo más importante, jevitas. La edad, las hormonas, ustedes saben. Y bueno adivinen qué???? Jesús se enamoró. El men habrá tenido unos 15, 16 años y hace rato que no era virgen, pero lo de aquella chamita no era un queso común y corriente, era verdadero amor. La cosa es que la niña en cuestión tendría 12 o 13 y era hija del conde del guácharo. Esto último no afecta la historia en lo más mínimo, pero me pareció un dato interesante. Entonces era todos los días en el Fonseca, jugando la olla en voleyball, quemado, pelotica de goma, futbolito, aprendiendo a meter mano, después al cyber a jugar counter o gunbound, lo normal. Y Jesús dale y dale enamorando a la carajita.
Jesús sólo vivía para Ginger y la verdad creo que ella no le supo valorar. Sin embargo uno nunca sabe, capaz pasó algo y todo pero siendo Jesús todo un caballero, nunca nos contó nada ni dijo palabra negativa de ella.
Un buen día, haciendo Jackass, el carajo como que hizo un mortal desde un columpio con intención de tumbar a Alejandro, que estaba despitado en un banquito. Las cosas se salieron de control y se partió la clavícula. Por esos días, cumplí años y me regalaron un XBOX, y fue Jesús, lisiado y todo, mi compañero de batalla mientras pasábamos el first person shooter mas genial jamás creado: Halo. Nunca olvidaré la plomamentazón contra los alliens más grandes y trimarditos (que según el manual se llamaban HUNTERS) y cómo Jesús se entusiasmaba y se ponía nervioso y me advertía del inminente rayo de plasma extraterrestre: MARICO EL GUASACACÓN, MOSCA MOSCA, MARICO EL RAYO, MARICO EL OTRO GUASACACÓN, GRANADA, GRANADA , MARICOOOO.
Así era Jesús, original y elocuente a más no poder, se enorgullecía cómicamente de sus zapatos "CHEVERE" (unos converse piratas bien mamarrachos pero según él comodísimos) y llamaba a "Guasacacón" a los Hunters y "Vergo Azul" a los Elite.
Entonces crecimos y básicamente tomamos rumbos separados, pero de algún modo seguíamos unidos por nuestra amistad infantil. Una vez estaba esperando el carrito para ir desde mi colegio a mi casa y el bróder me pasa trotando por al lado. Se encontraba empapado en sudor, con sus audífonos y sus shorcitos llámame esta noche. El marico iba hasta el cct y se iba a devolver, directo a hacer barras y flexiones. Aparte de ser bastante papeado, Jesús tenía una fuerza y resistencia sobrenatural, y supongo que en parte por eso también era mi ídolo. Aparte fue él quién me recomendó entrar a capoeira, actividad que me permitió conocer gente fuera de serie.
Y de la nada, pasó.
Ni siquiera recuerdo bien cómo me enteré pero Jesús estaba hospitalizado, en coma. Yo tenía 17 años y sencillamente no lo creí. Fue un accidente de patineta, se golpeó la cabeza y no despertó. Lo fui a visitar a media mañana del día siguiente, jubilándome de física. Al llegar veo a dos muchachas llorando y al padre (igualito a Jesús) sereno. Saludo tímidamente al señor y él me agradece la presencia y me dice que su hijo va a salir pronto de aquí, y yo le creí de todo corazón, para mí eso era un hecho ineludible. Pero entré a verlo y el mundo me cayó encima. Imagínense ver a la mejor persona del mundo totalmente inconsciente. El cuarto azul claro, las sábanas blanquísimas, las enfermeras indiferentes, y todo lo que me rodeaba desapareció de inmediato al verlo allí: fortísimo pero vulnerable, Jesús pero inerte. Le tomé la mano y le dije unas cuantas cosas que la verdad no creo que haya escuchado. Salí pronto, me despedí del padre y en el ascensor me desplomé. Lloré como nunca antes y espero nunca más. Y al poco tiempo nos dejó.
Fue entonces que descubrí que el esternón es el hueso del alma y cuando supe lo que significaba perder un ser querido, casi de mi edad. Jesús se fue con 19 años y no debió haber sido así. Del funeral no quiero profundizar, recuerdo claramente que Manotas (primo de Jesús, e integrante ocasional de nuestro clan) pegó una calcomanía de Oob de DBZ en el ataúd, pues fue el personaje favorito de Jesús y tenían una gran similitud física. El resto ustedes se lo imaginarán: la madre desconsolada, el padre que ya no tenía lágrimas, el hermanito que no entendía por qué su hermano viajó tan repentinamente y que cuándo volvía, una multitud de amigos, la prima que se derrumbó cuando lo bajaron entre flores, y ahí entre todos ellos, llorando con la antigua pandilla y con los familiares, estaba yo. Junto con Rubén tuve el honor de cargar un corto tramo el féretro con mí ídolo.
Arrojé una de las últimas rosas y recé como nuncá antes ni después.
Lo irónico de la muerte es que no acaba allí. Si de ella podemos sacar cosas como éstas... vale la pena.
ResponderEliminarA veces extraño la sensación de invulnerabilidad que tenemos todos cuando somos niños. Cuándo nuestro ídolo muere, la realidad nos pega en la cara.
Mira lo que pasó con Dumbledore.
:O chiripita jajaja!!!! jeanfransua jajjajaaajjaja .. mientras leia todo me venian flash asi de cada momento que narrastes de esa historia bro ! asi mismo como tu lo dijistes era el idolo ... Jsu era el idolo de todos bro! espero que en cualquier parte que este este bien , y nos este cuidando ! no se si tu llegastes a escuchar esta frase C. P. D . R . U. A ??? jajajaja avisame al FB y te la describo por cia ! brother esta finisiiiimo tu blog ! te felicito ! gracias por lo escrito
ResponderEliminarEsta es una maravillosa manera de rendir homenaje a un amigo. Yo mismo he vivido dos experiencias similares y se como se sienten esas despedidas. Me quito el sombrero, my friend.
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